Un salmo que yo no puedo cantar. 5 Poemas de Mario Morquencho
- Tertulia Cero
- 7 sept 2019
- 8 Min. de lectura

ASESINATO EN LA CALLE OMICRÓN
Lo he matado. Me he vengado de los meses de invisibilidad. De ser como cualquiera. De ir a trabajar un día como hoy, de estar afeitado y tener el cabello recortado, con el rostro impecable, el piqué y el pantalón de color azul pulcros y planchados, los zapatos negros brillantes como un charco que la lluvia ha creado… y nunca olvidarme del fotocheck con mis 26 años encima y la cara de loco olvidado en la maquinaria cotidiana de las horas de ser un empleado con el sueldo mínimo.
Me he vengado de abrir la puerta y bajar las escaleras a las 7 y 30 de la mañana, de lunes a viernes, bajar las escaleras de fierro y en espiral todos los días. Me he vengado de subir al bus de la rutina, del diario matutino, del noticiero de las 6 de la mañana, del gallo que sobrevive como un reloj en la azotea, del café con leche y la carretilla de la esquina.
Lo he matado con el cuchillo con que corto el pan y lo unto con mantequilla.
¡En mis manos sangra cotidiano!
La epilepsia, la agonía, la sangre por la boca, los ojos que se alejan de ser ojos, el rostro que se aleja de ser rostro.
¡Lo he matado, estoy seguro!
Me he cansado de ver su rostro, de ver los restos inmóviles, la incertidumbre de la muerte y el crimen. He optado por envolverlo con los periódicos pasados, envolver los restos, al cadáver cotidiano envolverlo con las noticias de la semana pasada, con el suicidio de ayer en un hostal perdido en la bruma de la madrugada en Lima, envolver sus extremidades con el abuso policial y la corrupción de los ministerios y el puto sistema capitalista, envolver su dorso con las estadísticas económicas y las encuestas políticas, volverlo a envolver con la injusticia social, con los jubilados que mueren haciendo cola, con los enfermos y los niños que lo único que tienen en la vida es una enfermedad extraña que se llama olvido, con los jueces que se hacen ricos y los clérigos prostituyendo el paraíso. Los buenos son pocos y contaditos.
Después de envolver al cuerpo como una estatua de papel periódico, como una obra de arte de lo que lees antes de ir al trabajo o lo que ves en las noches antes de dormir, bien envuelto todo, cada uno de los cabellos, las uñas, los bellos sombríos, envuelto el reloj y la alarma, el tatuaje en el hombro, la cicatriz de la rodilla, los pies, los caminos, la lagartija que le sale del sueño. Y todo desaparecerlo dentro de una gran bolsa de plástico negra, canjearlo por una nube, por un día sólo conmigo mismo…
Lo he matado, sí
¡Lo he matado!
¡Lo he matado!
El cuchillo en la mesa viste bermejo
y baila tango,
baila tango el muy pendejo.
2
Ve... pobre muchacho carajo
después de ganar bien en esa petrolera
ahora anda así
fregao
después de andar bien vestido
acompañado de alguna muchacha bonita
ahora ve cómo anda
sin zapatos
todo sucio y flacuchento como perro zarrapastroso
atormentado de hecatombes y delirios
como la braveza del mar anda de aquí p’allá
pidiendo monedas o robando en las esquinas
anda con las rodillas el pobre muchacho
y no le queda otra que refregar
su desgastado pecho por las calles del pueblo
dejando s a r n a s a n g r e p u l g a s
perdiéndose en un charco de toxinas
y ladridos que le tuercen los nervios
pobre muchacho el humo lo tiene así
ya ves hijo mío la poesía es una maldita droga
es la fulana que se te pega como garrapata al cuerpo
te chupa la verga la billetera luego el alma
pero tú quieres andar
en tu propia porción de libertad amurallada
taciturno como una palmera jorobada
que mira el suelo y se pierde en la sombra
hijo… ten cuidado en no torcerte mucho y caer
ay muchacho
pobre muchacho carajo
Días después mi hermana despierta de una craneotomía
La noche es larga hermano
y el abuelo me encontró por el sendero
me gritó y su grito era una tormenta en la noche larga
Hermano
El abuelo me persiguió con la correa en mano
Gritó que me alejara
Lárgate de aquí que no es tu lugar
Me dijo
Yo corrí sin mirar atrás
Corrí por el sendero
Corrí sin zapatos hermano
Todas las piedras del camino eran blancas y filosas
No. Creo que eran rojas y tenían en sus ojos
la ecuación de los relámpagos
Hermano
Yo era una yegua enorme y llena de vitalidad
Bebía agua del arroyo cuando me cansaba
Ahh hermano
Siento el aroma del arroyo
Ahora que has abierto la ventana y ya no puedo caminar
Galopo a toda velocidad por los pastizales
Y he perdido el sendero
No hay piedras blancas
No hay piedras rojas
Tormenta
Lejos
Aún escucho
El abuelo gritó que me alejara
Lárgate de aquí que no es tu lugar
Me dijo
Hermano
Llegué a un bosque de algarrobos
Y yo era una yegua
No
Creo que no
Creo que tenía los pies repletos de barro
Y no recordaba por qué
Sí recordé al abuelo
Tenia el cabello y la barba blanca
Yo no lo había reconocido
Pero después me habló
Y yo no le entendí porque me habló como los pájaros
Me señaló mi cabeza y luego el corazón
Y la tormenta hermano
Tengo miedo a la Tormenta
Y la noche es larga
Yo te presiono la mano para que dejes de escribir
Hermano
Deja de escribir
El bosque de algarrobos se incendia
Sácame de aquí hay mucho humo
Y no puedo respirar
Tengo miedo
Mucho miedo y no me quiero morir
Toso toso toso
me duele el pecho
Soy la paciente de la cama 13
Alrededor hay enfermos que cantan con su traqueotomía
Un salmo que yo no puedo cantar
El incendio hace crujir las ramas de los algarrobos
Hermano
Presiono fuerte tu mano para que dejes de escribir
Deja de escribir hermano
Dios ya lo ha escrito todo
La noche es larga
Y tengo miedo
Mucho miedo hermano
Y no me quiero morir
……………………
Iluminado apenas el cielo
Abrazo a mis pequeños hijos
En oración
Hermano
He aprendido de memoria
La primera sonata de los pájaros
Me gusta silbarla al borde del río
mientras lavo mis pies y enjuago mi rostro
La noche larga viaja por el río hermano
La noche larga viaja hacia el mar
¿Tienes miedo?
No temas
No voy a morirme aquí
hermano
no voy a morirme ahora
me lo ha dicho el abuelo hermano
me lo ha susurrado al oído
Me lo ha susurrado
HUAYNO Z
Zaida es un rayo de sol filtrándose en el otoño
Zaida me sirve una jarra de maracuyá de lunes a viernes
y me pregunta
joven qué se va a servir
Yo miro sus ojos claros y observo
el movimiento apacible de las retamas
que frotan mi ventana
De entrada hay
menestrón
ceviche
papa a la huancaína
y observo sus labios fijamente
Zaida vive en San Juan de Lurigancho
es madre soltera y tiene una hija de 8 años
que también tiene los ojos claros
como la Pacucha
la laguna Pacucha
me dice
Zaida es un rayo de sol adentrándose en este invierno
y me sirve una jarra de té o anís
o de hierbas de los dioses de las montañas
que entibian mi corazón
Zaida sonríe siempre
un sábado fuimos a una pollada profondo enfermedad en Comas
me encantó verla zapatear un huayno
su familia viene de Apurímac
emigraron a la capital por SL
Zaida me sirve el almuerzo de lunes a viernes
en un restaurante entre Aviación y Canadá San Borja Lima
es un restaurante que tiene un toldo amarillo
y me dice
amiguito amiguito
nunca me saques la vuelta
Zaida es la primavera de un girasol que brilla en la maceta
un girasol que está cerca a la ventana de la habitación de donde escribo
tecleo y tecleo y tecleo
s o y u n g a v i l á n a n d i n o
s o y u n g a v i l á n a n d i n o
s o y u n g a v i l á n a n d i n o
Zaida
me gusta mucho tocar tus manos
es como acariciar en el aire
la música de una mandolina
que llora sobre una piedra
Zaida discúlpame por no ir a todas las citas
por no estar el día en que tu ex esposo te golpeó
y te golpeó hasta enviarte al hospital desfigurada
como una de esas piedras ahogadas por siglos en la laguna
discúlpame por ser un patán un maricón y un mentiroso
En aquella pradera escucho un huayno y lloró
junto a un gavilán andino en la cueva de un zorro
Zaida es un glaciar derritiéndose dentro de mí en pleno verano
Zaida ya no me sirve una jarra de maracuyá de lunes a viernes
Zaida ya no me dice joven qué se va a servir
Zaida ya no sonríe
Zaida ya no sonríe
sólo llora truenos y relámpagos
sobre la laguna Pacucha
Zaida
es la herida de garras de cóndor
sobre el lomo de un toro
Si bombardearan mi ciudad
Si bombardearan mi ciudad
escribiría un libro entre los escombros
y lo llamaría
“El Mundo es una Mierda”
escribiría:
a las 7 mi esposa arranca
las primeras flores del macetero
se las cuelga en sus cabellos
y mi hijo la abraza
como si abrazase al último árbol de la tierra
Si tuviese un AKM a mi costado
titularía el libro
“Tengo un AKM Voy a Matar a Todo el Mundo”
escribiría:
mi hijo aprendió a contar las explosiones
en su bunker aprendió a restar los edificios caídos
restar a los amigos desaparecidos
aprendió a dibujar todas las formas que tiene el humo de mi ciudad
el humo de mi ciudad
es ese personaje que piensa en la muerte
y fuma un cigarrillo tras otro
el humo de mi ciudad
es ese poema que nadie puede (o no se atreve) a escribir
mi hijo aprendió a dibujar
todas las formas que tiene el humo de mi ciudad
ayer dibujó una ráfaga
tenía la forma de un columpio que llegaba hasta el cielo
y mi hijo preguntó
papá papá eso es una nube
o es mi escuela en llamas
“El mundo es una mierda”
mi esposa es un edificio moderno que se desploma
con cientos de oficinistas que esperan el fin de la rutina
mi esposa se desploma
y cada una de las flores del macetero
colgadas en sus cabellos negros y ondulados
caen
caen mi hermano y mi padre
caen mi madre y mi hijo
caen de todas las torres incendiadas del mundo
“Tengo un AKM voy a matar a todo el mundo”
todo el mundo es un aplastamiento de cráneo
todo el mundo es un crujir de cuerpo
calcinándose en medio de la plaza
reses despellejadas colgadas en los postes de lo que fue la avenida
es lo que ha coloreado mi hijo que ahora duerme en la arena
está cansado de pintar todas las reses a diario
está cansado de recorrer la playa
de hacer túneles en la arena
de preguntar por el cadáver picoteado por una pandilla de albatros
una pandilla de albatros que todos los niños del mundo dibujan
cuando ven por primera vez el mar
“El mundo es una mierda”
cae una torre de naipes en la mesa de los dioses
eso sueño cada vez que dan la cifra de muertos en mi país
la cifra de muertes en mi país es enorme
cada muerte es un casquillo de bala que rebota en el suelo
y mi esposa pregunta
si el llanto del primer piso
es un bebé o un arcoíris
“Tengo un AKM voy a matar a todo el mundo”
la inmolación de un arcoíris
es una niña con los rizos empolvados
una niña con los rizos empolvados
que sonríe en medio de la guerra
es un libro de fe que abre el viento ante tus ojos
Mario M. Morquencho León (Los Órganos, Piura. 1982) Vivió toda su niñez y adolescencia cerca al mar, en su distrito natal. Al terminar la educación secundaria se trasladó a la ciudad de Trujillo donde estudió la carrera técnica de Contabilidad.
Ha publicado los poemarios Ciudadelirio (2010), Un Mar Alcoholizado (2013) y Placlitaxel (2017).
Poemas suyos figuran en Me Usa, Brevísima Antología Arbitraria Perú-Uruguay (2012), Mirando Sobre El Heno: Muestra de Poesía Peruana Reciente (2014), Poesía que gira (2014), CAMBOYA,12 Escrituras peruanas contra el poema (2010-2017) (2017).
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